and I say

wake up and be ~

lunes, 28 de marzo de 2011

Cuenta cuentos nº11: Marion

Marion siempre fue así, impulsivo, nunca piensa las cosas dos veces. Desde que lo conocí en la primaria, siempre fue así; no tiene filtro, dice lo que piensa sin importarle los demás, y lo que más admiro de él, es su falta de miedo para asumir o dar a conocer su homosexualidad. Sí, es verdad que siempre lo burlaban pero a él no le importaba. Otra cualidad de Marion, todo le chupa un huevo. Bah, eso es lo que aparenta, en el fondo le pegan las cosas, pero es cerrado y reservado, no suele expresar lo que realmente siente o le pasa. Con el tiempo te acostumbras, lees sus gestos y miradas, y te das cuenta cuando algo está mal. Sus profundos ojos celestes nunca aprendieron a mentir tan bien como sus labios.

Siempre sentí envidia de Marion, y me cuesta mucho aceptarlo. Yo solía pensar que era admiración, que lo veía como un ejemplo a seguir, pero me mentía a mí mismo. Celaba intensamente a Marion y su facilidad para desenvolverse con la gente, su sex-appeal; todos estaban atrás de Marion, no había un solo chico gay que lo conociera y no le tuviera ganas o se enamorara de él. Hasta los heterosexuales dudaban de su sexualidad cuando lo conocían y caían como moscas en tela de araña con sus encantos y su rito de seducción.

A veces pienso, que simplemente, estaba demasiado enamorado de Marion y no quería admitirlo. Es el día de hoy, que no sé si fue así o es así, pero de todos modos ya no importa, porque Marion desapareció de mi vida. Y aunque no fuese así, nunca estuve a la altura de la circunstancia para estar con él.

Me imagino que todos se hacen una mala imagen de Marion, pero la verdad es que, es una buena persona. Bueno, sí, tiene defectos y a veces, te daban ganas de golpearlo, pero supongo que a todos nos pasa lo mismo. Nadie es perfecto.

Marion tenía eso de personaje, de show man, pero cuando estábamos solos era otra persona. Fue mi mejor amigo, y definitivamente, una de las personas más importantes de mi adolescencia. Marion me escuchaba con mis problemas familiares, mis miedos, mi negación a salir del closet, sobre los chicos que me gustaban, y todos esos mambos que uno tiene en esa época de rebeldía, en que siente que el mundo está en su contra y nadie lo entiende. Marion me entendía, era el único que me entendía. Además, siempre que me quedaba en su casa a dormir, veíamos porno y nos hacíamos la paja juntos. Más de una vez hubieron ciertos roces, algunos besos, quizás dormir juntos, pero nunca cogimos. Yo tenía miedo y Marion también, aunque él siempre parecía valiente y decidido, por más que casi nunca lo estaba. Era un buen actor. Le gustaba aparentar madurez o que era grande, que se las sabía todas. Recuerdo que una vez, mientras me hacía la paja, él puso su mano sobre la mía y me ayudo. Yo me sentía un poco incómodo al principio, pero cuando empezó a chupármela, me había olvidado completamente que se trataba de él. Lo gracioso es que cuando acabé manche la alfombra y tuvimos que limpiarla a escondidas de su madre, para que nadie se enterase.
 
Con Marion solíamos ir a una fiesta los viernes, una fiesta gay en un boliche por acá, en capital. Nada, lo típico, muchas locas, alcohol, sexo, drogas y música pop. Nosotros no éramos muy heavys, nos poníamos en pedo de vez en cuando, pero solíamos tomar mucho, nos comíamos a algún pibe, a veces a dos al mismo tiempo, nos tocábamos, capaz nos hacían o hacíamos alguna paja, o un pete, pero no pasábamos de ahí. Era como un juego, nos gustaba sentirnos en ese éxtasis.

Siempre le mentíamos a mi vieja, le decíamos que me quedaba en casa de Marion y la madre de él nos hacia la pata. Ojala mi vieja fuese como ella, incluso ahora que estoy grande le cuesta apoyarme o aceptar mi homosexualidad. La única vez que le presenté un novio no pudo evitar poner cara de asco. Yo la entiendo, supongo que no soy el hijo que esperaba. Y está bien, porque ella no es la madre que yo necesito.

Hubo una noche de verano, a finales del último año del secundario, que fue un antes y un después en nuestra amistad con Marion. Fuimos a bailar como de costumbre y estaba Lu, uno de los gays más codiciados del boliche. Lu, hacía fierros y era el típico carilindo gay activo. A todos nos calentaban sus brazos musculosos, su boca carnosa, sus ojos verdes y el piercing que tenía en la ceja. Lu era una histérica más, le gustaba hacerse la estrella y hacerse rogar; casi nadie estuvo con él, y eso le daba una apariencia de inalcanzable. Pero esa noche, Marion hablo mucho con él, tomaron del mismo vaso, bailaron muy cachondos, y cuando me quise dar cuenta, estaban apretando en la puerta del baño. Me molestó mucho, y no pude evitar poner una cara de orto monumental. Yo estaba sentado en un sillón y los observaba. Como se abrían sus bocas, sus lenguas que iban y venían, como los brazos de Lu envolvían el cuerpo de Marion, le tocaba el culo, y le manoseaba el bulto. Lu le estaba haciendo un chupón a Marion en el cuello, y lo empujaba contra su cuerpo. La cara de placer de Marion era única, y eso me enfermaba. Era yo el que tenía que estar con él, no Lu, él no sabía quién era Marion, no lo conocía como yo, no se lo merecía; ninguno de los hombres que estuvo con Marion se lo merecía.

Carlos, uno de esos gays feos pero simpáticos estaba sentado al lado mío. Me preguntaba por Marion y cómo había hecho para estar con Lu. Yo lo ignoraba, no le decía nada, no podía dejar de mirarlos. Estaba tan enojado, y caliente. Sentía como poco a poco se me iba endureciendo. Carlos aprovecho, y mientras yo me excitaba viendo a Marion con Lu, me besaba el cuello y me manoseaba. Me desabrocho el cinturón, abrió la bragueta y empezó a hacerme una paja. Yo lo había notado, pero no le dije nada, no me importaba. Las cosas entre Marion y Lu se ponían cada vez más calientes. Carlos, estaba de rodillas, enfrente mío y me la chupaba cada vez más rápido y fuerte. Lu, se fue moviendo de a poco hasta que entro al baño con Marion. Yo me quede perplejo. Lo agarré a Carlos del pelo y le levanté la cabeza, me acomodé el pantalón y me acerqué al baño. Abrí un poco la puerta y no veía nada. Entré y atrás mío entro Carlos.

Y ahí los vi, y fue una imagen que me quedó grabada para toda la vida. Marion se agarraba de la pared, tenía los pantalones bajos y Lu se lo estaba cogiendo. Y no, no fue como en esas pornos que solíamos ver, esto era mucho más caliente. Marion tenía una expresión de placer y de dolor. Lu sacaba su pene del culo de Marion y se lo escupía, llenándoselo de saliva. Se la volvía a meter y le daba despacio al principio y después un poco más rápido. Pero a Marion le dolía, porque era virgen; se notaba por la forma en que cerraba los ojos. Entonces Lu la volvió a sacar y me pidió vaselina. Lo mire y le dije que no tenía. Lu tiro un par de puteadas y me dijo que era una maricona. Carlos, enseguida le ofreció un poco. Yo lo mire con odio y él se dio cuenta. Se dio cuenta de que me gustaba Marion, cuando incluso yo en ese momento, confundido, no lo sabía. Y ahora me doy cuenta, siempre estuve enamorado de Marion. Por eso me molestaba tanto, me molestaba mucho que perdiera su virginidad con alguien que no fuese yo.

Lu se pasaba la vaselina bien despacio y Marion, me miraba. No podía definir su mirada, por momentos sentía que me estaba diciendo que vaya, o que me quedara a verlo, a ver cómo era feliz consiguiendo lo que tanto había anhelado, pero por otro lado, me daba la sensación de que no estaba feliz. Si lo pienso un poco, puede ser que a él le pasara lo mismo que a mí, quizás esperaba que fuese yo, quizás también estaba enamorado, pero tenía miedo, como yo. Y aunque fuese así, soy demasiado cobarde para verlo o preguntárselo. Supongo que siempre me quedaré con la duda.

Mientras Lu se la metía a Marion, una y otra vez, cada vez más fuerte y rápido, Marion gritaba, gemía y se le caían las lágrimas de los ojos. Yo estaba impactado, anonadado, no podía hacer nada. Incluso Carlos se quedo al lado mío con la misma expresión. Lu le cacheteaba las nalgas a Marion, y la gritaba – gemí como la puta que sos. Y yo, mientras escuchaba el sonido de la cola de Marion impactando en la entrepierna de Lu, sentía como mi corazón se rompía a ese ritmo, produciendo un crujido. Se escuchaba amplificado, como con un eco. Mire a Marion pero él estaba agarrándose como podía de la pared, del inodoro, lo que tuviese a mano, y cerraba los ojos. Él no me estaba mirando, por suerte, para cuando empecé a llorar. Creo que Carlos se dio cuenta, pero no me dijo nada. Respire hondo y salí del baño, tapándome la cara. Busque mis cosas y me fui a mi casa. Cuando mi vieja se despertó y me vio ahí, le dije que había discutido con Marion y que no quería dormir en su casa, que había tomado un remis, que no se preocupase, que todo iba a estar bien. Pero estaba mintiendo, mentía cuando decía que todo iba a estar bien, mientras se me quebraba la voz.

Cuando vi a Marion en el colegio, no le hablé y evitaba sus miradas. Él tampoco dijo nada, ni intento acercarse. Yo pensé que estaba enojado, porque lo había dejado en banda, porque me borré de la nada. Capaz se había dado cuenta de lo que me pasaba con él y no quiso hacerse cargo. La verdad no sé. Al principio me sentía mal por eso y lloraba en el baño de los chicos de primaria. Con el tiempo fui siendo cada vez más indiferente, aunque cuando miraba a Marion siendo el centro de atención en algún circulo de chicos y chicas, me sentía vacío y me daba cuenta de cuánto lo extrañaba. Y pensaba como sería todo si él estuviese en mi vida. A veces, cruzábamos algunas palabras y él me sonreía, pero yo veía tristeza en su sonrisa. Por suerte, faltaba poco para terminar, y aunque me dolía el alma con todo lo que había pasado, la pude pilotear hasta fin de año. En el discurso de la entrega de diplomas que dio Marion, me puse a llorar y me fui. Él se dio cuenta y cuando se dispersaron los chicos me fue a buscar. Me dio un abrazo y me dijo que tenía que aprender a ser más fuerte. Esa fue la última vez que lo vi y hablé con él.

Según conocidos en común, Marion se mudó y está estudiando algo como administración de empresas. Dicen que sigue yendo al mismo boliche de siempre y que es como el nuevo Lu, porque ahora se hace el difícil. Me siento mal cuando me acuerdo de él, porque pienso en lo feliz que sería mi vida si él estuviera cerca mío, no sé si como novio o pareja, aunque sea como amigo. Nunca nadie me escucho como él lo hacía. La vida se siente más dura y fría sin él, sus sonrisas y sus ojos celestes. Y aunque no tengo el valor de buscarlo, siempre tengo la esperanza de que quizás, un día, me lo cruce por la calle. Y cuando eso suceda, ya no seamos los mismos dos cobardes llenos de miedo que fuimos siempre, y podamos volver a estar juntos.

Cuenta cuentos nº10: ¿Por qué?

Las víctimas siempre te preguntan ¿Por qué? ¿Por qué me hace esto? Déjeme ir, déjeme vivir. Son tan asquerosamente egoístas, como yo. Ellos son más monstruosos que yo. ¿Por qué YO te torturo y asesino A VOS? ¿Tan ególatra se puede ser? Se creen el centro del universo, manga de infradotados. No, no es por vos, no es porque seas vos, vos me chupas un huevo, no me importas una mierda. Estabas ahí, de paso, frágil y fácil de capturar. Como una presa herida, al alcance de la mano. No hay una razón particular, ni es nada personal, solamente sos un ser humano y a mí me gusta torturar y matar a seres humanos. No, nadie te pregunta ¿Por qué torturas y matas? ¡NO! Siempre ese discurso mediocre de por qué a mí, tengo familia, estoy embarazada, tengo hijos, estoy enamorado, tengo mucha plata. Y a mí qué mierda me importa la familia, los chicos y menos que menos la guita ¿Se piensan que uno lo hace por plata? Hay que ser ilusos en la vida ¿Quién mierda me va a pagar por matar a un ser tan insignificante, que no le significa un peligro a ninguna persona de poder? ¿Se dan cuenta? Son todos egomaníacos. Me dan asco, mucho asco. Después el monstruo soy yo, pero son ellos los que no escuchan, los que no se preocupan por los demás. No, a ellos no les importa cómo llegue a ser un psicópata hijo de puta, no, no les importa si mi mamá me pegaba o si mi viejo me violaba, si presencie alguna muerte de chiquito, no les importa NADA ¿Y a mí me tiene que importar su vida de mierda? ¿ÉH? ¿Por qué?

Tengo un fetiche si se quiere, una preferencia. No es que busque sólo ese determinado tipo de persona, pero si las veo me hierve la sangre y corro riesgos innecesarios para capturarlas y matarlas. Me gustan las mujeres pálidas de pelo oscuro, de unos trece años. Sí, si se nota que son vírgenes mejor. Yo no soy un violador, no suelo violar a mis víctimas, pero las nenas blanquitas con pelo negro me pueden, me excitan tanto que no me puedo controlar. Me las llevo a mi sótano, y las ato bien fuerte, para que no se puedan mover. No las amordazo, me encanta escuchar como gritan o gimen desesperadamente mientras las cojo con violencia, hasta el fondo y le clavo los dedos en los huesos de la cadera. De solo pensarlo me calienta. Lo mejor es después de que siento que se mojan todas y hasta chorrean sangre, las obligo a que me la chupen y se traguen toda la leche. Su cara, la cara de sufrimiento que ponen, sufrimiento y placer, al mismo tiempo, es una de las cosas que más feliz me hace de esto. Como cuando torturo a sadomasoquistas, que lo disfrutan hasta la muerte. Lo más gracioso es que ellos no preguntan ni dicen nada, al igual que las pendejas, sólo lloran y no saben qué hacer, siquiera pueden suplicar o rogar. También me he cruzado a mujeres que me prometieron sexo y dinero a cambio de dejarlas ir. En esos casos, dejo que me cojan y después las torturo y las mato.

¿Por qué? Sí, esa es la pregunta que más escucho de mis víctimas. En realidad, no me molesta responder esa pregunta, pero sé que no me entenderían. Porque si ellos pudieran entender el porqué lo hago, no me harían semejante pregunta absurda. Es porque me excita la sangre, me causa una sensación de cosquilleo orgásmica por todo el cuerpo que me da incluso más placer que acabar con una pibita de esas que tanto me gustan. La sangre es lo que representa la vida, es tan deliciosa, pura, inmaculada, tan roja y caliente. A veces me gusta hacer heridas pequeñas y que salga a penas unas gotitas de sangre, y eso me pone loco, aunque otras veces me excita más cuando sale a chorros y entro en un estado de trance. Termino por descuartizar a mi víctima en una danza sacada y violenta. No lo puedo evitar, es como una necesidad, o el mayor placer que alguna vez sentí. Es como una droga, la probas y no podes dejarla por nada del mundo.

Algunos pensarán como empezó todo. Es difícil de explicar, no sé en qué momento lo supe, pero cada vez que miraba a alguna mujer hermosa o a un hombre joven y lánguido, me sucedían imágenes en mi cabeza de cómo serían desnudos, descuartizados, la sangre cayendo de sus cuerpos y me moría de placer. Me calentaba mucho, se me paraba tanto la pija, que era incareteable. Un día me pasó en un prostíbulo, al que fui con unos amigos. La puta se dio cuenta que la tenía muy dura y me empezó a tocar. Cuando subimos a la habitación, mientras me la cogía, no paraba de ver sus pechos cortados y llenos de sangre. Entonces le pregunte si tenía alguna trincheta o algo. Me preguntó el porqué y le dije. Se dejo sin problemas. Y mientras chorreaba la sangre de sus tetas, yo la bebía. Ese día supe que no iba a poder vivir sin la sangre. Luego, después de experiencias de ese tipo con diferentes parejas, maté “accidentalmente” a una y ya no pude volver atrás. Lo hago con frecuencia, una vez a la semana, mínimo, pero si puedo hacerlo dos o tres, mejor. Todos los días no tendría sentido, hay que disfrutarlo, no mecanizarlo ni hacerlo una rutina.

Pero sí, a ninguna de mis víctimas les interesaba saber el porqué ni de dónde viene. Todos piensan que estoy enfermo, y es mentira. Sólo soy un adicto ¿cuánto adicto hay por el mundo? Las drogas, el alcohol, el pucho, el sexo, el mundo está lleno de adicciones. Bueno, sí, podemos decir que esta es un poco más particular o que no tengo derecho de tomar la vida de alguien. Eso es verdad, pero si ellos hicieran algo para valorar su vida, lucharan para seguir vivos, pero no, sólo lloran y suplican. Una vez, un hombre intento cagarme a trompadas. Después de torturarlo, lo deje inconsciente en un callejón. Ese tipo merecía vivir, tenía voluntad, los otros no, eran unos pelotudos, egocéntricos, sumisos, que no le hacen bien al mundo, así es como tenemos la realidad que tenemos. Esta gente ensucia el mundo, yo sólo me encargo de limpiarlo y disfrutarlo. 

La próxima víctima que me pregunte ¿Por qué? Le voy a decir eso – porque soy un adicto a la sangre y usted es un estorbo para este mundo. Igual, sé que es al pedo, porque el humano tiene la particularidad de saberse uno más, de saber de su insignificancia en el mundo, pero de poder engañarse a él mismo creyéndose que es importante o imprescindible. Ninguno me va a creer que es un estorbo, son demasiado humanos para poder aceptarlo. Pero bueno, supongo que al menos van a morir con una duda menos, esa sería mi buena obra del día ¿no?

Cuenta cuentos nº9: Otra historia de zombies


I
¡Esto no es una película!

Hoy tenemos un informe especial. A las afueras de Buenos Aires, en el pueblo de Rancho Villa, se produjo un hecho inaudito. Todos aquellos que estén familiarizados con reliquias del cine como “La noche de los muertos vivos” o “Corre, que vienen los come cerebros”, nos comprenderán inmediatamente. Sí, señoras y señores, los zombies existen y están invadiendo el mundo. Para aquellos incrédulos y escépticos que creían que sólo era una mala idea de la ciencia ficción, he aquí su merecido.
Rancho Villa es sólo uno de los focos zombies que se presentan. En la India, México, EEUU, Francia, Ecuador y Rusia ya se informaron avances importantes de los muertos vivientes sobre la población. Hay que ofrecer resistencia. Tableen sus puertas y ventanas, saqueen el chino o almacén más cercano y enfunden sus armas ¡Esto no es una película!

II
Yo creí que estaba en el Resident Evil

Yo soy Ramón, tengo 27 años y soy músico. Algunos dicen que le doy a las drogas, y es cierto, pero no se lo digan a mi vieja. Por eso pensaban que estaba de pepa cuando dije “loco, vienen los zombies, hay que romper todo”.
La cosa fue así, yo estaba en mi casa, en los límites de Rancho Villa, mirando una peli de Chakie Chan, un genio el chino ese. Y entonces, así de la nada, siento un re golpe en la puerta. Yo pensé, o es el viento o el viejo está en pedo de nuevo y no puede encajar la llave. Fui a ver qué onda, abro la tapuer y veo una zombie; que te digo, estaba tan buena como comer con la mano. Y yo pensaba, la necrofilia no da, si fuera zoofilia, vaya y pase, pero la necrofilia no da. Pero, pensándolo bien, ya van como seis meses que no tengo una alegría, ponele, no sé si me explico. Me saqué el prejuicio a la mierda y la invite de una, sin dudar, a tomar un café, comer unas pizzas y tal vez desayunar unas pepitos en mi cama. Una propuesta decente. Pero la minita, re sacada, me tiro a morder la geta. O sea, estaba todo bien si me decía que no, me chamuyaba, me tiraba el clásico “tengo novio” o el épico “soy lesbiana”, con eso alcanzaba. Igual yo la esquive porque soy re pro, y le metí un empujón, suavecito, pero se cayó como una bolsa de papa al sopi. Y ahí fue donde se armo el batibolonqui. Cayeron todos los amigos zombies juntos, bien de maricones. Son todos topus. Y yo, nada, yo creí que estaba en el Resident Evil, el juego ¿viste? Un juegazo, aunque la posta es el uno y el tres, el resto son cualquiera. Entonces me sentí como en el Resident, saque mi gamer de adentro, agarre un palo y los hice mierda a todos. Onda a lo Kill Bill, pero con menos rojo y amarillo.

Cuando terminé, le pegué una buena sacudida a la zombie histérica esa. Se lo merecía por puta calienta pava.

III
- ¿Qué vamos a hacer esta noche, Cerebro?
- Lo mismo que hacemos todas las noches, Pinky, tratar de conquistar al mundo

Somos zombies, y tal vez no tengamos el mejor olor del mundo, ni huesos ni músculos fuertes, nos estamos descomponiendo. Pero somos ciudadanos, seres humanos que alguna vez estuvieron vivos y ahora, post-mortem lo estamos de nuevo. Nos molesta la discriminación, la falta de respeto, que griten cuando nos ven, que no nos den los derechos que nos merecemos como cualquier ser vivo o no-vivo-vivo que camina por la faz de la tierra. Pero, fuimos como ustedes y bien sabemos que no nos van a dar pelota, nos van a querer cagar o estafar, y cuando nos demos cuenta, la poli o una bomba nos va a estar exterminando. Así es el ser humano, destruye lo que le da miedo.
Entonces, por más que podríamos tratar de extender una conducta pacífica y luchar para convivir con ustedes durante años y años y años, y quizás tal vez lograr algo, no lo vamos a hacer. Si el propio ser humano no acepta siquiera a sus hermanos con distinciones, menos va a aceptar a la comunidad zombie. No valen la pena, ustedes arruinan este mundo, y por eso mismo, los vamos a matar a todos, hijos de puta.
Este es un aviso para todos los países del mundo, queremos que nos entreguen a las personas más inteligentes que existan o sino, vamos a matarlos a todos sin piedad. Tienen un plazo de 72 hs.

IV
El plan secreto de los zombies

Los zombies tienen la particularidad de adquirir memorias, experiencias y conocimientos del cerebro que se engullen. Por eso mismo, precisan de cerebros intelectualmente potenciales y con conocimientos que los ayuden a poder construir su propio imperio. De ese modo, podrán realizar armas mortales para conquistar el mundo.
PD: esta información es clasificada, no puede transmitírsela ni a su perro o una patrulla de zombies guerrilleros lo masacraran en los próximos tres minutos realizada la infracción.

V
- ¿Y ahora quién podrá defendernos?
- Sólo Chuck Norris podrá salvarnos

Chuck Norris mató a todos los zombies y también a todo ser humano que no se arrodillo ante su presencia.

VI
El capítulo más corto de la historia

Fin.

Cuenta cuentos nº8: Mensaje en una botella

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que solo alivian el tiempo y las circunstancias de las familias numerosas. Veinte años después, mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un mensaje en el interior. "Este es un mundo como cualquier otro", decía el mensaje. 
A penas escucho mamá la noticia, se desmayó. Papá pensó que Eloy estaba haciendo una broma de mal gusto o que había respirado mucho humo. Pero nadie le dio mayor importancia al acontecimiento y fue intranscendente para todos, menos para mí y Eloy. Aun así, esperábamos la ocasión propicia para proceder con un plan que tramamos a lo largo de seis meses.
Mediados de Noviembre y se hacía la competencia anual de glotonería. Papá había perdido su título el año pasado. Impulsado por su orgullo, entrenó duro, incluso cuando esto le costó subir unos treinta kilos. Era un viaje familiar de 700 kilometros, hospedarse en el mismo hotel de mala muerte y pasar una semana leyendo libros polvorientos del aburrimiento. Con Eloy fingimos estar enfermos y a fuerza a convencer a mamá de que viajase de todos modos con papá, logramos quedarnos solos para poder ejecutar nuestro plan.
Ese Domingo lluvioso, papá y mamá se fueron en la furgoneta, cenamos y nos acostamos temprano. Despertamos, desayunamos, fuimos a comprar provisiones y después de algunos preparativos, bajamos por el pozo con Eloy.
La bajada fue complicada, pero gracias a nuestros guantes de jardinería, pudimos deslizarnos sin quemarnos las manos. Después de una hora, llegamos al fondo y nadamos por un túnel que parecía no tener final. Cuando vimos velas a los costados, supimos que estábamos llegando a destino. Nos encontramos con una puerta de hierro que nos costó abrir, pero después de varios intentos, lo logramos. Al ver lo que había del otro lado, la sorpresa fue inminente. Una ciudad se erguía al mejor estilo Venecia, con personas que iban y venían en canoas.
Esquivamos canoas y subimos a la vereda, empapados. La gente nos saludaba amigablemente y no les parecía raro que estuviésemos ahí. Se veía como cualquier ciudad normal; bares, cines, negocios, shoppings, teatros, plazas, lo típico pero con agua mediante. Caminamos horas y horas, recorriendo y observando, tratando de encontrar algo extraño en la ciudad, pero no lo logramos, llegando a la aburrida conclusión de que Alberto cuando dijo “este es un mundo como cualquier otro” no estaba exagerando.
Estábamos en lo que suponíamos era el centro de la ciudad, donde varias avenidas se entrelazaban y había un parque enorme, y frente a él un edificio gubernamental. Nos sentamos en el pasto y almorzamos al mejor estilo pic-nic, bastante decepcionados. La que creíamos sería una aventura sin igual, era exactamente lo mismo que ir de viaje con los viejos. Terminamos de comer y cuando nos levantábamos, nos percatamos de una enorme estatua que se erguía en el centro de la plaza, la miramos y el hombre esculpido nos resultaba levemente familiar. Cuando creíamos que ya estaba todo perdido, vimos la placa de la estatua y se trataba de nada más ni menos que de un monumento a nuestro hermano Alberto. Según decía allí, era por salvar de una crisis importante a la ciudad, haber limpiado los canales de agua y haber terminado con la epidemia de sapos y pirañas. Entonces comprendimos que el joven Alberto que vimos partir a la edad de cinco años era un héroe bajo la tierra de nuestra propia casa.
Entusiasmados con Eloy, fuimos directo al edificio gubernamental a buscar a Alberto o alguna información sobre él. Lo más extraño es que desde que tramamos el plan y habíamos llegado, jamás se nos había pasado por la cabeza la idea de ver o buscar a Alberto, rescatarlo o lo que fuere. Hubiese sido lo más lógico, pensarlo, pero nosotros sólo fuimos víctima de nuestra propia curiosidad, de nuestra sed de algo nuevo y diferente, para poder salir un poco de esa tenue y gastada rutina que nos envolvía en el día a día desde que teníamos uso de razón.
Seguro que ni se acuerda de nosotros – dijo Eloy en tono de chiste, pero yo sabía que el brillo de su mirada era triste. Que extraña es la situación; ir a ver a un hermano el cuál hace más de veinte años que no ves. No podía cuadrar en mi mente una forma de llamarlo o tratarlo. No me sentiría cómodo con un tono familiar aunque éramos familia ¿éramos? Somos familia, literalmente, aunque no podría decir que somos familia porque hace veinte años que no hablábamos y vivimos juntos. Veinte años es mucho tiempo, es casi toda mi vida. ¿Con qué cara le voy a hablar a un hermano que no siento hermano? ¿Qué se supone que le deba decir? ¿Qué haces Albertito tanto tiempo? ¡Cómo creciste! Era tan absurdo y obvio que pecaba de patético. Mientras pensaba más y más en todo esto, me daba cuenta de que con Eloy habíamos disminuido el paso y estábamos rosando el detenernos por completo. El entusiasmo se había desvanecido. Creo que Eloy está pensando lo mismo que yo, que esta situación es absurda e incongruente, que no tiene sentido. Desde el principio esto no tenía sentido, si lo pienso. ¿Qué se supone que esperábamos? ¿Encontrar la ciudad perdida de Atlantis o el centro de la Tierra con demonios que trabajan en la oficina de la maldad? Me sentía entre estúpido e infantil. Me detuve y note que Eloy siguió caminando, sin notar siquiera que no estaba más a su lado.
Eloy volteó y sonriendo me dijo – terminemos lo que empezamos, sino el viaje no tendrá sentido. Parecía un discurso de película, concreto y maduro, en la parte donde todos nos emocionamos por tales palabras de aliento. Corrí hasta Eloy y continuamos juntos.
Una vez en el edificio gubernamental, entramos y preguntamos a un secretario enano, calvo y obeso sobre Alberto. El hombre deslizo las gafas de leer que llevaba y nos miró de reojo. ¿Quién lo busca? – preguntó con voz ronca. Sus hermanos, respondimos nosotros. Los ojos del sujeto se engrandecieron y corrió tras una secretaria, la secretaría corrió tras otro hombre y así una cadena que parecía no terminar, mientras sentía que habíamos desatado el nudo del velero y estábamos naufragando en la incertidumbre misma. No hay retorno, me dije.
Una puerta enorme de hierro negro con detalles en plata se abrió y un hombre de traje refinado nos hizo un ademán. Pasamos y lo seguimos por largos pasillos de mármol y madera, en una estructura arquitectónica que parecía laberíntica. Llegamos a una habitación principal donde había dos guardias resguardándola. El hombre de traje les habló el oído y abrieron la puerta para dejarnos pasar. Era una especie de despacho presidencial, y tras un escritorio se encontraba Alberto, totalmente sorprendido.
Eloy y yo no sabíamos cómo reaccionar. Alberto se acercó y nos dio un abrazo. Los estuve esperando, pero tardaron tanto que ya había perdido las esperanzas de que vengan, nos dijo. Y ahora los sorprendidos éramos nosotros. Alberto nos invitó a tomar asiento y charlamos un poco de cómo iba la vida arriba. Tan aburrida como me la imaginaba, nos contestó. Entonces le preguntamos cómo llegó a convertirse en presidente y héroe de la ciudad. La conversación se extendió por horas y nos ofreció quedarnos en su casa esa noche y cenar juntos.
En la mansión donde vivía Alberto conocimos a nuestra cuñada, Lucía, y sus dos hijas, Charlotte y Charize. Luego de la cena, nos sentamos en sus amplios sillones de la biblioteca y nos hizo una pregunta que nos desconcertó - ¿Piensan volver? Y entonces nos dimos cuenta que habíamos planeado este viaje para que durase dos semanas, el tiempo que papá y mamá estarían fuera de casa, pero no se nos había cruzado por la cabeza intentar tener una vida más emocionante debajo de la tierra. Con Eloy le explicamos la situación y Alberto nos dijo que podría darnos un puesto en su gobierno y podríamos vivir tranquilos. Eso era mucho más de lo que hubiésemos aspirado a tener algún día, la oferta era realmente tentadora. Pero por nuestras mentes se pasaban tantas preguntas y dudas, la principal era qué hacer con papá y mamá.
Concluimos en que lo pensaríamos y que tomaríamos esas dos semanas para conocer el lugar y tomar una decisión. Fueron dos semanas que se pasaron muy rápido, entre las que vivimos reuniones con Alberto, jugamos con nuestras sobrinas, visitamos espacios culturales y viajamos en canoa a otras ciudades a través de los canales. La idea de quedarnos estaba casi tomada, pero seguíamos con la cuestión de nuestros padres. Entonces redactamos una carta en la cual les explicábamos toda nuestra aventura y que nos quedaríamos viviendo aquí, junto a Alberto, que era un hijo respetable que había llegado muy lejos del cual deberían estar orgullosos. La dejamos junto a la puerta de casa.
Es el día de hoy, que ya pasaron cinco años y nunca recibimos respuesta de nuestros padres, ni vinieron a visitarnos. A veces me pregunto que habrá pasado con ellos, si se lo habrán creído o habrán reaccionado del mismo modo que cuando llegó el mensaje embotellado de Alberto. Lo cierto es que nunca tuve el valor de subir y saberlo, ni de enfrentarlos y decirles que prefería vivir aquí porque era mucho más divertido y sentía que tenía más futuro que allá arriba. Pero a veces, tengo sueños en los que papá y mamá nos envían un mensaje embotellado, en el cual me dan ánimos para subir. Lo espero con ansias. Espero continuamente que alguien me dé una razón para volver y enfrentar una realidad que supere la que vivo ahora, del mismo modo que sucedió cuando estaba allá arriba.
Supongo que los milagros suceden sólo una vez en la vida.

Diario de un alma nº10.5


Si vos sabrás
De sacar sonrisas
Sin pedir permiso
De dar amor por amor
De hacer
Esas pequeñas cosas
Que hacen que uno
No se sienta tan
Profundamente
Desgraciado.

Y yo, no tengo
Otra opción
Que volverme adicta
A esa sensación
De alivio y libertad
Que me da los restos
De tu aire
De tus miradas
Lo que queda
Las migajas
A mí
Me alcanzan.

Si vos sabrás
De llevarme a volar
Muy lejos
De todo y todos
Para salvarme
De aquellas oscuridades
De las sombras
Y los infinitos
Que me persiguen.

Me abrazan
Tus palabras
Tu aliento
Pudiendo lavar
Toda pena
Que aqueja el alma
Y llenarme
Completarme
Hasta lo más hondo.

Tu amor, me eleva
Me lleva
Me trae
Me deja a
La deriva
De un sueño
Sin fin.

domingo, 27 de marzo de 2011

Diario de un alma nº11

¿Alguna vez te perdiste? ¿Y no supiste donde ir ni cómo saberlo? Me preguntó ella. Una vez naufragué y tendido en el medio del mar, no había otra cosa que cielo y agua. ¿En serio? Que horrible ¿Y qué hiciste? – me dijo alarmada. De repente pestañé y te vi enfrente mío ¿qué hice? Te di un beso. Ella sonrió sonrojada. Le di otro beso. Me acaba de pasar de nuevo – le dije. Nos abrazamos y nos hundimos en el mar, que más que mar, parecía cielo.