and I say

wake up and be ~

lunes, 23 de diciembre de 2013

El pequeño monstruo ~

Había una vez - como siempre - un pequeño monstruo que vivía en un bosque encantado. No provenía de allí, pero ese paraíso de la naturaleza era su hogar, su verdadero y único hogar. Muchos podrían decir que estaba solo, porque no había otros monstruos, pero estaba más que acompañado. El cielo, el sol, la luna, las nubes, las estrellas, los árboles, las plantas, las flores, el pasto, el lago, las rocas, la tierra, todo insecto y animal, estaban con él; también habían seres sin forma física que le contaban historias y con quienes salía a jugar. Era feliz en aquel lugar, todo le daba paz y la pureza del aire le llenaba los pulmones con la hermosa sensación de sentirse vivo. Aprendió a compartir, a cuidar a sus amigos y su entorno, a ser independiente, a expresarse, a dar y recibir todo lo que tenía, que no era otra cosa que él mismo. Pero un día, cuando se adentró a explorar la oscuridad y profundidad de una cueva, se lastimó el pie. Lejos del cielo y todo lo que conocía, el pequeño monstruo tuvo miedo. 

No veía nada más que infinita oscuridad y aunque sabía que las rocas y el polvillo, la tierra, estaban con él, se sintió solo. Solo con su mente y su alma, empezó a naufragar por pensamientos que nunca antes había tenido. La existencia, la vida, todo lo que le quedaba por ver y conocer, el asombro y el temor a lo desconocido. Intentó salir, con mucho dolor se deslizaba sobre sus pasos pero no llegaba a la salida. Tenía hambre, estaba exhausto, la oscuridad era tan penetrante que sentía que podía dormir con los ojos abiertos. Así fue como ya le costaba diferenciar si estaba dormido, o si estaba despierto; incluso el paso del tiempo le resultaba confuso, ya que sin la luz no podía distinguir si era noche o día, las horas pasaban como días y los días como años. Llego un momento en el que había pasado tanto tiempo, o al menos eso sentía él, que no estaba seguro si su vida en el bosque había existido o acaso la había soñado. Cuando empezó a perder la esperanza, unos ojos brillantes se posaron sobre él, grandes y verdes. El pequeño monstruo estaba contento, al fin no estaba solo, y a su vez, se sentía algo amenazado. Aquellos ojos lo observaban desde lejos, nunca se acercaban y no importaba cuánto intentara llegar a ellos, siempre se movían y estaban lejos de nuevo. Habló, después de mucho tiempo; su boca había estado tanto tiempo sellada que se sintió pesada y sus labios se movían con lentitud. ¿Quién sos? - le preguntó - ¿Por qué no me dejas verte? Pero el silencio reinó y no tuvo respuesta. 

Rodeado de oscuridad y silencio, el pequeño monstruo empezó a reflexionar y pensar en toda su experiencia; también notó que el silencio lejos está de ser mudo, más en su aparente vacío encontró palabras. Sus dudas y preguntas oscilaban de un lado a otro en su mente, hasta que al fin dio con una respuesta. Lamió su herida y la abrazo con sus manos, dejó de moverse y esperó, esperó a sentir fuerza en su cuerpo de nuevo antes de buscar salir otra vez. No increpó ni buscó más a los verdes ojos brillantes, solo se quedó allí, sentado, abrazándose y esperando, esperando el momento. Cerró los ojos y se hundió en un sueño, recordó su anterior vida en la cual todo era feliz para él y se sintió bien, pero a la vez, sentía que ya no era lo mismo y no tenía el mismo sabor. Lo sentía algo irreal pero al mismo tiempo, mucho más fuerte. Cuando abrió los ojos vio los ojos verdes brillantes frente a él. No dijo ni hizo nada, solo se quedó mirándolo lo que pareció ser una eternidad. Entonces llegó el momento, sabía qué tenía que hacer; se levantó y camino dolorido con paso firme, sin mirar atrás, sin pensar en otra cosa que la luz de la salida, del exterior, de su hogar. Caminó y caminó, sin detenerse, sin flaquear, sin pensar en otra cosa que en el cielo nocturno y la luz de la luna acariciando su rostro. No perdió la esperanza porque ya no tenía esperanza, tenía la certeza de que saldría, esta vez saldría y todo sería diferente, nada sería como antes, y eso estaba bien.

Cuando quiso darse cuenta, sus ojos, tan acostumbrados a las profundidades, parecían quemarse de tanta luz; sin embargo en su cuerpo sentía la brisa, en su nariz el olor a pasto mojado, en sus pies sentía a las hormiguitas que lo saludaban. Caminó, ciego, por el bosque hasta llegar al árbol más grande y antiguo. Se sentó en sus raíces y cerró los ojos, al igual que como había hecho en la cueva. Esperó y esperó, cuando sintió la noche, los abrió y podía ver, en la oscuridad, otra vez. Temió entonces, acaso será que ya no podría ver la luz sin enceguecerse. Se alimentó, se baño en las frías aguas del lago, ayudó a sus amigos y charló con los seres de la naturaleza, les contó su historia y ellos le contaron la suya, lo habitual. Cuando llegaba el amanecer, otra vez la luz parecía lastimar sus ojos, y el dolor era insoportable. Cerró los ojos de nuevo y fue así, cada vez que el Sol estaba presente; pero siempre que el pequeño monstruo cerraba los ojos ante la presencia de la luz, los ojos verdes y brillantes aparecían dentro suyo, y lo observaban en silencio. Él sabía que sería así, quizás para siempre.

Sin saber si era acaso un sueño, su imaginación o la realidad, se vio de nuevo en la cueva ¿había salido? Pero esta vez no hubo miedo ni soledad. A lo lejos un destello lo guiaba; se dirigió sabiendo qué lo esperaba al final. Otra vez, aquellos ojos, en las profundidades, lo observaban. El pequeño monstruo fue hasta él, y él esta vez se quedó quieto, a la espera. Entonces, lo vio; los ojos verdes pertenecían a una bestia que se erguía ante él, sus dientes eran puntiagudos y tenían un leve rastro de sangre. Lo miro, limpió sus dientes y lo abrazo con ternura. La bestia a pesar de su apariencia, se mostró mansa. El pequeño monstruo guio a su nuevo amigo hasta la salida y cuando salieron de la cueva, se vio solo. Sentía un cosquilleo en su rostro, entonces abrió los ojos, unos ojos verdes intensos y vio la luz del Sol que lo invitaba a buscar una nueva aventura. El pequeño monstruo decidió aceptar la invitación y abandonó todo lo conocido y la comodidad de su hogar, para ir al encuentro de nuevas cuevas y nuevos soles.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Cosasquemehacensentirbien ~

A veces me resulta increíble que tan al alcance tenemos la posibilidad de sentirnos bien, y si no hacemos nada para sentirnos bien al menos cinco minutos no tenemos derecho a culpar a nadie más que a nosotros mismos. Porque convengamos que no necesitamos mucho más que mover nuestras piernas, hacer pie pie y caminar por ahí con o sin rumbo, observar el cielo, escuchar una canción, sonreír, dar un abrazo, acariciar el alma en esos pequeños actos de amor que nos llenan. Podría enumerarlos, pero para cada cual es distinto y cada uno tiene su lista. Mi lista es larga, pero lo que nunca falla es ver alguna película o serie, leer, caminar, el cielo, los animales tan puros, la música, la familia y amigos, observar a oscuras o con lucecitas el techo de mi cuarto mientras estoy tendida en la cama. A veces se pueden combinar, puedo mirar el techo a oscuras escuchando música acompañada de algún amigo, alguien especial o mis perras; o leer algún libro de esos que te giran el universo tirada en el pasto y de a ratos observar el cielo a través de las ramas de los árboles. La cuestión es simple, si no estás bien y no haces nada de tu lista de cosasquemehacensentirbien, creo que no entendiste nada y que deberías permitirte estar bien, aunque sea un rato porque ese rato, más no sean quince minutos, hacen que hasta el peor día, mejore. Hacelo, haceme caso, yo sé que no te vas arrepentir (:

domingo, 1 de diciembre de 2013

nº1

- ¿Sabes por qué sé que no me ves? Porque estoy agonizando y me crees cada vez que te digo que estoy bien.