and I say

wake up and be ~

lunes, 1 de junio de 2009

Yo

La cruel necesidad, que vilmente, se aferra a las entrañas más profundas del ser. No es tan cruel la necesidad como la incertidumbre que siembra la misma. ¿Qué es lo que tanto precisa mi alma y no está siendo concedido?

Los pensamientos y sentimientos forman un nudo tal, que precisa de una habilidad y talento para deshacerlo, que me creo bastante incapaz, al menos en estos momentos.
Tengo sed, y el agua no la apacigua. Tengo hambre, y ni el más delicioso manjar ha de hacer sucumbir este deseo. Quiero dormir, y aunque lo haga, no alcanzo un descanso reparador, ni un sueño digno que me haga pensar que el hecho de permanecer en tal letargo ha sido productivo.

Insípido, me obligo a sentir algo que no nace de mí, para hacerme sentir bien. El frío invierno, que aún no ha llegado, ya se manifiesta en mi piel. El vacío arrasa con cualquier efímera felicidad espontánea. La soledad, mi mayor tesoro, transmuta en cenizas de lo que alguna vez ardió y fue la chispa que encendió todo anhelo en mí.

El dolor, totalmente indescriptible, me toma desprevenida y me pone a su merced. Yo, esclava de mi misma, no soy otra cosa que víctima y victimario. Siendo así la situación, ha de parecer fácil la negociación, pero dicha acción es casi imposible de llevar a cabo. Decidida, exijo algo de mí, que no estoy segura de poder otorgarme, pero no tengo compasión alguna, y me lo sigo exigiendo.

Resignación, palabra eliminada de mi léxico cotidiano. Error como el medio, pero jamás como el resultado. No hay forma de que acepte que yo, ser con un ego descomunal en apariencia dormido, me permita no lograr mi objetivo o desistir ante la adversidad.

Y sí han de preguntarme, ingenuos, cuál es mi problema, entonces no han entendido en absoluto. Yo soy, mi problema y solución, mi muerte y renacimiento.

¿A quién podría echarle culpas? Sí me es evidente que pesa en mis hombros, y en los de nadie más. Ojala pudiera tener ahora, el perdido reflejo, de culpar a cualquiera, incluyendo el más inocente, con tal de no aceptarme como mi propio juez y verdugo.

Pero la conciencia ya se ha albergado en mí, y no es viable desterrarla. El punto de no retorno, ha sido cruzado, y no queda más que aceptar, lidiar y acostumbrarse a esas crudas verdades que nos azotan. He de admitir, en dicho caso, que el azote es cada vez menos doloroso, pero para ser equitativos, el vacío más difícil de llenar.

No hay comentarios.: