and I say

wake up and be ~

miércoles, 7 de abril de 2010

Pequeñas historias extraordinarias y extravagantes nº1

Hace mucho que tenía planeado este segmento :) turú. Pequeñas, pequeñas grandes historias que le pueden suceder a cualquiera, o que suceden en mi mente y pueden ocurrirle a cualquiera en cualquier momento del pasado, presente o futuro.


Érase una vez, en una parada del 166 sobre Juan B. Justo. Dos jovenes mujeres esperaban el bondi, tras ellas, otras dos jovenes mujeres y un hombre mayor de cuarenta años.

- Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir, y al fin andar sin pensamiento, perfume de naranjo en flor, promesas vanas de un amor, que se volaron con el viento. Después que importa del después, toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado. Eterna y vieja juventud que me ha dejavo acobardado como un pájaro sin luz - cantaba el hombre.

Las dos jovenes primeras en la fila sonreían por dicho canto. El hombre se acerca.

- Este bondi no viene más.
- Paso hace un rato, seguramente tarde.
- Les voy a decir algo, sin ofender, chicas. Yo soy un tipo grande, estoy casado y tengo hijos de su edad, así que no me vayan a entender mal. Pero que lindos ojos que tienen, miradas muy angelicales. Se nota que son buena gente.

Las dos jovenes sonríen.

- Bueno, gracias - dicen juntas con un leve diley.

El hombre las observa.

- Yo salí hace poco de la carcel, hace dos semanas. Estuve dos años ahí, es una mierda, pero te abre la cabeza, aprendes mucho ahí adentro ¿viste?. ¿Y saben por qué estaba ahí? Por robar.

Las chicas cruzan una mirada de "mala onda".

- Mira vos.
- Sí, pero ojo, yo no iba por ahí robandole a gente por la calle. Yo robaba empresas, bancos, cosas así.
- Igual eso no está bien.
- Y no, pero ahora cambié, no quiero robar más.
- Me parece perfecto.
- Sí, es más, conseguí un trabajo en esas fábricas que hacen sanguches de miga ¿viste? Estoy empezando una vida nueva.
- Que bueno - dicen las chicas, sonriendo.
- Éxitos con eso.
- ¿Ustedes como se llaman?
- Paula.
- Samanta.
- Ah, yo me llamo Omar.
- Un gusto, Omar - dicen ellas al unísono.

El hombre se va cantando y se acerca a otro grupo de personas.


Esperemos que Omar este trabajando en la fabrica de sanguches de miga y haya dejado de robar. Que no haya abandonado el hábito de la lectura que luego nos contó, adquirió en la carcel. Que su idea de nueva vida, conociendo a las personas y permitiendose observar lo maravilloso del mundo, siga en pie y se este concretando de a poco.
¡Fuerza Omar! Poder se puede :)

No hay comentarios.: