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wake up and be ~

lunes, 28 de marzo de 2011

Cuenta cuentos nº11: Marion

Marion siempre fue así, impulsivo, nunca piensa las cosas dos veces. Desde que lo conocí en la primaria, siempre fue así; no tiene filtro, dice lo que piensa sin importarle los demás, y lo que más admiro de él, es su falta de miedo para asumir o dar a conocer su homosexualidad. Sí, es verdad que siempre lo burlaban pero a él no le importaba. Otra cualidad de Marion, todo le chupa un huevo. Bah, eso es lo que aparenta, en el fondo le pegan las cosas, pero es cerrado y reservado, no suele expresar lo que realmente siente o le pasa. Con el tiempo te acostumbras, lees sus gestos y miradas, y te das cuenta cuando algo está mal. Sus profundos ojos celestes nunca aprendieron a mentir tan bien como sus labios.

Siempre sentí envidia de Marion, y me cuesta mucho aceptarlo. Yo solía pensar que era admiración, que lo veía como un ejemplo a seguir, pero me mentía a mí mismo. Celaba intensamente a Marion y su facilidad para desenvolverse con la gente, su sex-appeal; todos estaban atrás de Marion, no había un solo chico gay que lo conociera y no le tuviera ganas o se enamorara de él. Hasta los heterosexuales dudaban de su sexualidad cuando lo conocían y caían como moscas en tela de araña con sus encantos y su rito de seducción.

A veces pienso, que simplemente, estaba demasiado enamorado de Marion y no quería admitirlo. Es el día de hoy, que no sé si fue así o es así, pero de todos modos ya no importa, porque Marion desapareció de mi vida. Y aunque no fuese así, nunca estuve a la altura de la circunstancia para estar con él.

Me imagino que todos se hacen una mala imagen de Marion, pero la verdad es que, es una buena persona. Bueno, sí, tiene defectos y a veces, te daban ganas de golpearlo, pero supongo que a todos nos pasa lo mismo. Nadie es perfecto.

Marion tenía eso de personaje, de show man, pero cuando estábamos solos era otra persona. Fue mi mejor amigo, y definitivamente, una de las personas más importantes de mi adolescencia. Marion me escuchaba con mis problemas familiares, mis miedos, mi negación a salir del closet, sobre los chicos que me gustaban, y todos esos mambos que uno tiene en esa época de rebeldía, en que siente que el mundo está en su contra y nadie lo entiende. Marion me entendía, era el único que me entendía. Además, siempre que me quedaba en su casa a dormir, veíamos porno y nos hacíamos la paja juntos. Más de una vez hubieron ciertos roces, algunos besos, quizás dormir juntos, pero nunca cogimos. Yo tenía miedo y Marion también, aunque él siempre parecía valiente y decidido, por más que casi nunca lo estaba. Era un buen actor. Le gustaba aparentar madurez o que era grande, que se las sabía todas. Recuerdo que una vez, mientras me hacía la paja, él puso su mano sobre la mía y me ayudo. Yo me sentía un poco incómodo al principio, pero cuando empezó a chupármela, me había olvidado completamente que se trataba de él. Lo gracioso es que cuando acabé manche la alfombra y tuvimos que limpiarla a escondidas de su madre, para que nadie se enterase.
 
Con Marion solíamos ir a una fiesta los viernes, una fiesta gay en un boliche por acá, en capital. Nada, lo típico, muchas locas, alcohol, sexo, drogas y música pop. Nosotros no éramos muy heavys, nos poníamos en pedo de vez en cuando, pero solíamos tomar mucho, nos comíamos a algún pibe, a veces a dos al mismo tiempo, nos tocábamos, capaz nos hacían o hacíamos alguna paja, o un pete, pero no pasábamos de ahí. Era como un juego, nos gustaba sentirnos en ese éxtasis.

Siempre le mentíamos a mi vieja, le decíamos que me quedaba en casa de Marion y la madre de él nos hacia la pata. Ojala mi vieja fuese como ella, incluso ahora que estoy grande le cuesta apoyarme o aceptar mi homosexualidad. La única vez que le presenté un novio no pudo evitar poner cara de asco. Yo la entiendo, supongo que no soy el hijo que esperaba. Y está bien, porque ella no es la madre que yo necesito.

Hubo una noche de verano, a finales del último año del secundario, que fue un antes y un después en nuestra amistad con Marion. Fuimos a bailar como de costumbre y estaba Lu, uno de los gays más codiciados del boliche. Lu, hacía fierros y era el típico carilindo gay activo. A todos nos calentaban sus brazos musculosos, su boca carnosa, sus ojos verdes y el piercing que tenía en la ceja. Lu era una histérica más, le gustaba hacerse la estrella y hacerse rogar; casi nadie estuvo con él, y eso le daba una apariencia de inalcanzable. Pero esa noche, Marion hablo mucho con él, tomaron del mismo vaso, bailaron muy cachondos, y cuando me quise dar cuenta, estaban apretando en la puerta del baño. Me molestó mucho, y no pude evitar poner una cara de orto monumental. Yo estaba sentado en un sillón y los observaba. Como se abrían sus bocas, sus lenguas que iban y venían, como los brazos de Lu envolvían el cuerpo de Marion, le tocaba el culo, y le manoseaba el bulto. Lu le estaba haciendo un chupón a Marion en el cuello, y lo empujaba contra su cuerpo. La cara de placer de Marion era única, y eso me enfermaba. Era yo el que tenía que estar con él, no Lu, él no sabía quién era Marion, no lo conocía como yo, no se lo merecía; ninguno de los hombres que estuvo con Marion se lo merecía.

Carlos, uno de esos gays feos pero simpáticos estaba sentado al lado mío. Me preguntaba por Marion y cómo había hecho para estar con Lu. Yo lo ignoraba, no le decía nada, no podía dejar de mirarlos. Estaba tan enojado, y caliente. Sentía como poco a poco se me iba endureciendo. Carlos aprovecho, y mientras yo me excitaba viendo a Marion con Lu, me besaba el cuello y me manoseaba. Me desabrocho el cinturón, abrió la bragueta y empezó a hacerme una paja. Yo lo había notado, pero no le dije nada, no me importaba. Las cosas entre Marion y Lu se ponían cada vez más calientes. Carlos, estaba de rodillas, enfrente mío y me la chupaba cada vez más rápido y fuerte. Lu, se fue moviendo de a poco hasta que entro al baño con Marion. Yo me quede perplejo. Lo agarré a Carlos del pelo y le levanté la cabeza, me acomodé el pantalón y me acerqué al baño. Abrí un poco la puerta y no veía nada. Entré y atrás mío entro Carlos.

Y ahí los vi, y fue una imagen que me quedó grabada para toda la vida. Marion se agarraba de la pared, tenía los pantalones bajos y Lu se lo estaba cogiendo. Y no, no fue como en esas pornos que solíamos ver, esto era mucho más caliente. Marion tenía una expresión de placer y de dolor. Lu sacaba su pene del culo de Marion y se lo escupía, llenándoselo de saliva. Se la volvía a meter y le daba despacio al principio y después un poco más rápido. Pero a Marion le dolía, porque era virgen; se notaba por la forma en que cerraba los ojos. Entonces Lu la volvió a sacar y me pidió vaselina. Lo mire y le dije que no tenía. Lu tiro un par de puteadas y me dijo que era una maricona. Carlos, enseguida le ofreció un poco. Yo lo mire con odio y él se dio cuenta. Se dio cuenta de que me gustaba Marion, cuando incluso yo en ese momento, confundido, no lo sabía. Y ahora me doy cuenta, siempre estuve enamorado de Marion. Por eso me molestaba tanto, me molestaba mucho que perdiera su virginidad con alguien que no fuese yo.

Lu se pasaba la vaselina bien despacio y Marion, me miraba. No podía definir su mirada, por momentos sentía que me estaba diciendo que vaya, o que me quedara a verlo, a ver cómo era feliz consiguiendo lo que tanto había anhelado, pero por otro lado, me daba la sensación de que no estaba feliz. Si lo pienso un poco, puede ser que a él le pasara lo mismo que a mí, quizás esperaba que fuese yo, quizás también estaba enamorado, pero tenía miedo, como yo. Y aunque fuese así, soy demasiado cobarde para verlo o preguntárselo. Supongo que siempre me quedaré con la duda.

Mientras Lu se la metía a Marion, una y otra vez, cada vez más fuerte y rápido, Marion gritaba, gemía y se le caían las lágrimas de los ojos. Yo estaba impactado, anonadado, no podía hacer nada. Incluso Carlos se quedo al lado mío con la misma expresión. Lu le cacheteaba las nalgas a Marion, y la gritaba – gemí como la puta que sos. Y yo, mientras escuchaba el sonido de la cola de Marion impactando en la entrepierna de Lu, sentía como mi corazón se rompía a ese ritmo, produciendo un crujido. Se escuchaba amplificado, como con un eco. Mire a Marion pero él estaba agarrándose como podía de la pared, del inodoro, lo que tuviese a mano, y cerraba los ojos. Él no me estaba mirando, por suerte, para cuando empecé a llorar. Creo que Carlos se dio cuenta, pero no me dijo nada. Respire hondo y salí del baño, tapándome la cara. Busque mis cosas y me fui a mi casa. Cuando mi vieja se despertó y me vio ahí, le dije que había discutido con Marion y que no quería dormir en su casa, que había tomado un remis, que no se preocupase, que todo iba a estar bien. Pero estaba mintiendo, mentía cuando decía que todo iba a estar bien, mientras se me quebraba la voz.

Cuando vi a Marion en el colegio, no le hablé y evitaba sus miradas. Él tampoco dijo nada, ni intento acercarse. Yo pensé que estaba enojado, porque lo había dejado en banda, porque me borré de la nada. Capaz se había dado cuenta de lo que me pasaba con él y no quiso hacerse cargo. La verdad no sé. Al principio me sentía mal por eso y lloraba en el baño de los chicos de primaria. Con el tiempo fui siendo cada vez más indiferente, aunque cuando miraba a Marion siendo el centro de atención en algún circulo de chicos y chicas, me sentía vacío y me daba cuenta de cuánto lo extrañaba. Y pensaba como sería todo si él estuviese en mi vida. A veces, cruzábamos algunas palabras y él me sonreía, pero yo veía tristeza en su sonrisa. Por suerte, faltaba poco para terminar, y aunque me dolía el alma con todo lo que había pasado, la pude pilotear hasta fin de año. En el discurso de la entrega de diplomas que dio Marion, me puse a llorar y me fui. Él se dio cuenta y cuando se dispersaron los chicos me fue a buscar. Me dio un abrazo y me dijo que tenía que aprender a ser más fuerte. Esa fue la última vez que lo vi y hablé con él.

Según conocidos en común, Marion se mudó y está estudiando algo como administración de empresas. Dicen que sigue yendo al mismo boliche de siempre y que es como el nuevo Lu, porque ahora se hace el difícil. Me siento mal cuando me acuerdo de él, porque pienso en lo feliz que sería mi vida si él estuviera cerca mío, no sé si como novio o pareja, aunque sea como amigo. Nunca nadie me escucho como él lo hacía. La vida se siente más dura y fría sin él, sus sonrisas y sus ojos celestes. Y aunque no tengo el valor de buscarlo, siempre tengo la esperanza de que quizás, un día, me lo cruce por la calle. Y cuando eso suceda, ya no seamos los mismos dos cobardes llenos de miedo que fuimos siempre, y podamos volver a estar juntos.

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