and I say

wake up and be ~

miércoles, 11 de abril de 2012

La prepotente soberbia humana como síntoma del miedo ~

No hemos de extrañarnos si cuando nos relacionamos con otros seres humanos, somos juzgados o nosotros mismos los juzgamos. Es un acto tan natural del humano ya, que parece inevitable. De hecho, posiblemente lo sea, pero esto no es más que una defensa, una justificación para nuestra soberbia. Soberbia que nace del miedo.

Hoy por hoy, todos somos parte de algún grupo o etiqueta o clasificación. Estas son necesarias para nuestra defensa antes mencionada. Es totalmente absurdo creer que un ser humano puede ser catalogado. Pero nosotros lo hacemos como algo natural y habitual. Sólo basta una mirada, para emplear este sistema.

Caminamos por la calle y echamos una mirada a un conjunto de personas. Ahí empieza el juego. Ella flaca, bulímica, adicta a la moda, problemas familiares. Él excéntrico, solitario, nerd, problemas para relacionarse. Ella con su rodete, cabeza, sin educación, se droga, seguro que roba. Él anciano, conservador, peronista, arcaico, de modales y educación rígida. Sí, es cierto, que si observamos detenidamente a las personas, encontramos patrones que se repiten y se relacionan aparentemente el uno con el otro. Causa y consecuencia, causalidad. Vos, puta, trola, que te entregas a los hombres abierta de piernas, seguro sos así porque fuiste traicionada, afectada por el amor; es más que factible que tus padres no te cuidaran o te cuidaran en exceso.

No titubeamos en calificar a las personas, ponerles un valor cuál objeto según nuestra balanza, nuestra métrica, nuestra escala de valores. No titubeamos en señalar y decir que las cosas son como las pensamos sin siquiera haberle dirigido la palabra a la persona en cuestión. Estamos en nuestro libre derecho de juzgar, pensar y hacer lo que se nos venga en gana. Total ¿qué van a hacer? ¿me van a mandar a un tribunal donde me juzguen por mi mirada subjetiva? ¿acaso me multan por esto? Y porque si así fuera, si alguien nos tocara el culo o el bolsillo, seguramente pensaríamos dos veces antes de decir ciertas cosas o siquiera pensarlas. Pero el mundo libre de nuestra mente nos da la libertad de pensar y creer lo que queramos y que venga alguien a decirme algo, si total es mi verdad, él tiene la suya y acá no hay matemática que valga ni juez que diga "esto es así" o "esto es asá". Y si lo hubiera, sería igual de infame que nosotros.

Y cabe aclarar, que acá no hay santo de devoción. No critico a la sociedad por ser así, nos crítico como seres humanos por permitirnos ser así. Por no detenernos a pensarlo, reflexionarlo. Por no detener el inerte dedo que señala y pensar qué estamos haciendo. Cuestión que abordo muchas veces. Habitualmente accionamos, hablamos, pensamos, sentimos, sin detenernos a pensar qué estamos haciendo, sus raíces, su mecánica. Y sí, la mente es mecánica y trabaja como un perfecto reloj fino. Pero una vez que desarticulamos sus engranajes y podemos ver su proceso, empezamos a ser conscientes. Algo que falta bastante en este mundo, consciencia y por qué no también, empatía.

La empatía parece algo negado, un pecado mortal. Cómo yo me voy a poner en el lugar de un otro que no me importa o vaya a saber uno quién es. Es como rebajarse, en la soberbia colectiva se ve de ese modo. Individualismo puro. Los míos y yo. Propiedad y posesión. Mi mundo, mis cosas, mi vida, mi pensar, mi sentir, mis afectos, mi mente, mi alma, mi mí. Es increíble cómo después de todo lo que hemos pasado como humanidad y sociedad, sigamos siendo tan individualistas, egoístas y creamos que la movida es hacer la nuestra, que total mientras no jodamos a nadie, a mí quién me va a venir a decir algo. La pregunta es ¿vos no te decís nada? Lo ves tan habitual, tan inerte, tan rutinario, que ya no importa el por qué, para qué de la cuestión, mejor no pensemos, mejor vivamos la vida y que el resto sea historia para algún libro de secundario que algún boludo va a leer por obligación y le va a chupar un huevo tanto o más del huevo que te chupa a vos.

Son realmente pocos los que tienen consciencia de una realidad colectiva, de la raza, del prójimo. De la historia que construimos día a día. Historia que se construye con nuestras acciones. Hasta la más pequeña puede generar a corto o largo plazo algo más grande que pueda tener relevancia dentro de nuestra sociedad. Pero bueno, mejor no nos hagamos cargo, total otro lo va a hacer por mí. Claro mi mí para todo, menos para poner el cuerpo y hacernos responsables de algo más que nuestro culo. Pero ahí sí, ahí delego todo. Que otro lo haga por mí, que otro tenga consciencia por esta humanidad y mundo, que otro vote por mí, que otro se queje por lo que pasa, que otro saque las ramas del árbol que se cayó por la tormenta, que otro haga ese trillón de cosas que nos da paja o nos importan, pero no lo suficiente para salir de nuestro mí para ayudarnos no sólo a nosotros mismos sino al otro. Total, algún gil se va a preocupar y va a hacer lo que yo no hago. Irresponsables.

Y vamos por la calle, catalogando gente como quien no quiere la cosa. Como quien se olvida que detrás de esa cara, de ese hey vos, gorda, puta, loca, gay, rarito, viejo, cabeza, taxista forro, negro de mierda, boliviano sin cultura, estos negritos que venden anillos, esa vieja sin dientes que hace petes en la esquina; detrás de toda esa mierda que generamos en nuestra cabeza, hay una persona. Una persona que no te das el lujo de conocer. Porque ojo, es un lujo que dediques el tiempo a alguien más que vos, y si lo haces, claramente tiene que pertenecer a algún status o alguna de esas etiquetas que crees valiosas o categorizas como aptas y dignas de contar con tu presencia y le dediques ese valioso tiempo. Valioso tiempo que decís no te sobra, que el tiempo es oro, pero bien que no tenes problema en pasarte horas jugando en la computadora, posteando compulsivamente en facebook, chateando con un random al que no le das pelota y usas para pasar el tiempo o rascarte el orto. Claro, para eso siempre hay tiempo, pero para la auto-crítica o para dedicarte a ir más allá de esos valores y etiquetas que sin problema le calzas a otro, olvidate. Eso es una perdida de tiempo. Y ojo, no sea cosa que te paguen con la misma moneda ¿Quién se cree esa o ese para decir eso de mí, si ni me conoce?

Y al fin y al cabo, toda esa etiqueta, ese catálogo, no es más que tu sistema de defensa. Tu defensa para no conocer a otros, para poder descartarlos bajo una justificación aparentemente válida. No, pero si es un pelotudo, ya fue. No, pero si esta mina está loca ¿para qué perder el tiempo? Sí, bueno, uno elige, eso es cierto. Tampoco es cosa de sentarse a conocer a cada humano que se nos cruza en la vida, sería en algún punto superficial. Pero si vas a descartar a una persona, al menos que sea a sabiendas. O eso, al menos, pienso yo. Sí, yo, la que escribe esto y se hace cargo de lo que piensa, de quién es y que en medio de un viaje en bondi se puso a pensar todo esto. Pero bueno, catalogamos, etiquetamos, y eso nos sirve de excusa, de argumento para decir que una persona no merece nuestro tiempo, cuando lo que pensamos como bien puede ser cierto, bien puede estar errado. Pero no, ojo, señora soberbia se va a enojar. Yo NUNCA me equivoco. Es así y listo. Yo con putos no me junto, la homosexualidad es una enfermedad. Y así, nos desligamos del hecho de puedo juzgar, soy libre de hacerlo y acá no pasó nada ¿Quién me va a reclamar? ¿Tu vieja? No me jodas, acá nadie tiene el poder de decirme qué pensar o quién ser. Pero yo sí puedo, yo sí puedo juzgar y decirte quién sos. Jodida y prepotente soberbia.

Así nos alejamos de nuestros pares, bajo justificaciones tan irreales como estas. Nos alejamos y alienamos más y más en nuestro individualismo. Y somos una gran masa, un gran ganado que vamos todos para el mismo lado, pero ojo, yo soy yo y no me juntes con ese. No somos iguales. Aunque en el fondo, lo seamos y mucho. Y que importa si hay una baja, si se mueren algunos laburantes en un accidente a Once, si total ninguno era conocido mío y es una tragedia que después de unos meses, nadie la nombra, nadie la recuerda. Y qué importa el temporal que deja sin casa o recursos a la gente, si total la presidente está pasando el fin de semana largo en no sé dónde y no le importa salir a decir algo porque eso no le genera votos. ¿Qué vamos a hacer? Mejor no nos hagamos cargo, seguro otro lo hace. Y la pelota se pasa, nadie la agarra y así estamos como estamos. 

Pero esto es algo que no sólo nos afecta en este sentido, sino en muchos otros. Nos jactamos de inteligentes, y muchas veces no vemos más allá de nuestra nariz. Después de mucho pensar, llegue a la conclusión de que esta forma en que vamos por la vida juzgando a otros no es otra cosa que una defensa, síntoma de nuestro miedo. Miedo a tantas cosas, que es difícil de enumerar. Miedo a ser parte de algo tan grande como es la humanidad, la historia, un planeta, como miedo hacia uno mismo. Porque en parte la forma en que descartamos conocer a otros, es una forma en la cual nos aseguramos no conocernos a nosotros mismos. Porque en otro nos reflejamos y nos vemos la cara. Cuando ves a ese negro cabeza, a esa vieja sin dientes, a ese boliviano verdulero, te estás viendo a vos mismo. Y cuando te ves, te das cuenta el monstruo que realmente sos. Vos, juzgando con tal soberbia a otro humano, a otra persona, con tal prepotencia y altanería, no sos más que lo más bajo en tu supuesta escala de valores. Cuando ves tu monstruoso y perverso rostro reflejado en la cara del otro, te asusta. Mejor no, mejor nos seguimos haciendo los boludos. De última, lo hacen todos y eso me sirve para justificarme. Total, nadie va a decirme qué pensar o qué decir o cómo juzgar a otro. ¿Quién tiene derecho? Nadie. Pero eso sí, yo lo tengo.

No hay comentarios.: