and I say

wake up and be ~

viernes, 1 de junio de 2012

Viajar ~

Una autopista, de noche. Siempre me gustó manejar de noche. No sé bien por qué, supongo que es porque me gusta la noche, la oscuridad. Las luces encendidas, esos pequeños círculos formando dibujos en cielo, la pena es que tantos no permitan ver las estrellas. Una autopista, de noche. Manejo, tranquila. La música, fiel compañera. Como las nubes, el viento, el mundo que late. Puedo sentir su vida dentro mío. 

Viajar, ir de un destino a otro. Siempre significa un cambio, aunque sea pequeño. Siempre significa moverse, puede generar desequilibrio. Pueden pasar tantas cosas. Aun dentro de tu madriguera, pero cuando viajas te expones y te pones a merced de la hojarasca.

Todo viaje, al menos para mí, empieza siendo placentero. Poder desapegarse del lugar actual, de la comodidad, en busca de algo nuevo. O de algo ya conocido, pero siempre nos aguarda con una sorpresa. Lo impredecible, existe incluso en la rutina. Pero a veces, el placer del viaje se transforma en una sensación de angustia, cuando sentís que no llegas nunca a destino.

La autopista parece eterna, no veo su final. No hay ninguna bajada, no puedo salir, no puedo escapar, no me puedo bajar. Ya empecé y tengo que terminar. Lo inconcluso tiende a repetirse. Y la repetición a tocar la vieja herida, hacerla sangrar. Y así, nos regodeamos en el goce de nuestro error. Muchas veces nos torturamos innecesariamente. Pero lo decidimos. Siempre hay que ser conscientes de eso; lo estamos eligiendo.

No veo ni una salida y me preocupa no llegar. Me ataca la ansiedad, a veces el miedo, a veces el vértigo de sentir que estoy cada vez más y más alto. Y cuando caiga, va a ser terrible. No sé por qué tenemos el pre-concepto de que caer es un proceso abominable. A veces podemos caer de pie y salir caminando. Tengo que dejar de pensarlo como una tragedia. No es una tragedia a menos que yo quiera que lo sea.

Pero siento que no puedo hacer más que viajar, que seguir adelante, más rápido o más lento. Ahora ya no sé siquiera si eso hace alguna diferencia. Acaso como si eso cambiara mi llegada al destino. Es sólo mi percepción, mi ansiedad, mi temor. Y tengo que aprender a manejarlo, como a este auto. Yo soy quién domina, quién lleva las riendas. Y soltar las riendas es también llevarlas. Dejarse fluir es también tener el control, control de lo que yo siento y a lo que yo me dispongo. A lo que me dejo ser, después se verá donde desemboca tantos kilómetros. Como si fuese más importante llegar que el camino. A veces somos demasiado cerrados, estrechos. Tenemos que abrirnos más.

Cuando me doy cuenta, respiro profundo. Tomo fuerza. Es difícil, es verdad. Pero puedo, quiero, así lo decidí. El viaje tendrá sus alti-bajos, pero seguiré a la deriva de esta hojarasca. Me dejaré llevar por todas estas emociones que me mueven. Sé que voy a llegar, no tengo que preocuparme. Sé que voy a estar bien, no hay razón para estar mal o llorar. Sé que este viaje, está lleno de nuevas enseñanzas, de nuevas ideas, vidas. Puedo sentirlo, gestándose dentro mío, como en los demás. El mundo late dentro mío, puedo sentirlo.

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