Se podría creer que escribir es ya una inercia. Pero es una intensa necesidad, algo que ni con el más exótico, elegante y culto lenguaje y léxico es posible explicar.
La hoja en blanco, es un abismo infinito en el cual no ceso de caer. Produce tal tristeza, que mi alma se retuerce y mi cuerpo se ve afectado por sensaciones inverosímiles.
Tengo tantas cosas para decir, y no sé por donde empezar, tampoco como expresarlo. Mi mente, se contagia y se envuelve en un velo blanco e insípido.
Mis manos, mis dedos están inquietos y sedientos. Profundos me parecen mis ojos, que seguramente no pueden reflejar lo hondo de mi sentir.
Cierro los ojos, pensando que así, podré ver dentro de mí, y llegar de alguna forma, al fondo. Ahogarme en el mar abatido y creciente de mis deseos.
Una dosis de soledad, podría ayudar. Aislamiento, obviando el todo y nada que han de rodearme constantemente, y verme a mí misma como un mundo totalmente aparte, ajeno.
Cerrar los ojos, dormir, dormir el cuerpo y entrar en la complejidad de memorias y seres sensibles que me conforman. Observarlos, deducirlos, descubrirlos, y hasta quizás, enfrentarlos.
Me resulta imposible asesinar a las fieras y monstruos que se albergan en cada rincón oscuro. Me repelen, me dan miedo, pero detrás de mi reacción y lógica inicial, sé que tengo el deseo y habilidad de entenderlos. Domarlos no es una opción.
El tiempo, la experiencia, mi conveniencia, no pueden destruir lo que va en contra de ellos. Aunque lo intentara y realmente me lo propusiera, sé que no tendría éxito. He de dejarlos ser y mutar a su antojo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario