and I say

wake up and be ~

jueves, 1 de octubre de 2009

La tumba blanca

El reflejo de la luna en el mármol, la brisa que hace melodías entre árboles, las hojas que danzan al son del viento y mi corazón ahogado en desvelo.

Me detuve en silencio a mirar el panorama y descubrí una silueta que parecía haber sido esculpida por cien ángeles. Parpadeé reiteradas veces para verificar que no era un sueño y la figura seguía presente opacando su entorno. Por un momento tuve miedo, pensé que era la única que frecuentaba el cementerio por las noches pero luego sentí una atracción inevitable y ardiente.

Trate de no hacer ruido al desplazarme, quizás se asustaría y se marchase. Pase entre dos tumbas grises y un árbol tenebroso, cada vez más cerca de mi objetivo. Sentía la necesidad de aproximarme, algo me cautivaba, algo me atraía, como si fuera magia, tal vez un hechizo o quizás la belleza más extraordinaria jamás vista.

Una ráfaga trajo consigo olor a jazmín, moví mi cabeza siguiéndola, un fugaz segundo que perdí la vista de él...parecía que se le había perdido a Dios, caído de las nubes más suaves y altas. Hipnotizada por tanta belleza, con un extraordinario brillo, de lo más exótico, extraño...realmente único. Estaba ahí, frente a mí y mi corazón se detuvo una fracción de segundo, mis ojos se paralizaron y de uno de ellos una lágrima fría se escapo recorriendo lenta y dulcemente mi mejilla.

Mi cuerpo no podía moverse. No podía dejar de mirarlo. Levitaba en un aura turquesa, bailaba sinfonías agudas y armoniosas, danzaba a la luna, cantaba a las flores. ¡Un momento y vi como se desvanecía, se desvanecía! Desapareció lentamente, mientras el viento se perdía en el bosque, el brillo se apagaba...todo el ambiente agonizaba...hasta que murió.

Se erizo toda mi piel, desde la punta de mis dedos hasta llegar a mi espalda y nuca. Mire, sólo mire hacia todos los lugares buscando algo pero en efecto no había nada. Retrocedí, tome mi capa y me marché.

Esa noche mientras el brillo de la esfera plateada entraba por la ventana no pude conciliar el sueño. Un insomnio mudo, mi cuerpo estaba tan cansado, como sí hubiera recorrido el mundo en un parpadeo, los suspiros más secos y fríos, un inverno en plena primavera. En breves segundos mientras miraba como zombie el techo de la habitación todo comenzó a oscurecer, cada vez más hasta que sin previo aviso caí en un sueño intenso.

En él había un lago y yo me hallaba dentro de él. Parecía un espejo, todo el paisaje se reflejaba en él. Abrí mis claros ojos, vi todo el cielo sobre mí, vi el mundo a mis pies fracciones de segundos hasta notar que estaba cubierta, abrazada por el agua y no podría respirar. Entre en la desesperación pero no sirvió, me ahogaba lentamente, caía hacia el fondo...sin fin...eterno. Al transcurrir un determinado tiempo del sueño me desperté del miedo y con lágrimas tan frías y claras en mis mejillas. Estaba mojada, estaba empapada, como si fuera real, como si realmente me hubiera dejado llevar. Observe la ventana y estaba abierta, sospeche que habría llovido mientras dormía y aunque el cielo estaba totalmente despejado me negué a buscar otra opción.

La tarde caía y con ella la noche acechaba. La hora de seguir camino a mi lugar predestinado llegó. Recuerdo que cuando era pequeña siempre concurría, bajo cualquier amenaza climática, para ver las tumbas de mis padres...pero había más que eso, había una tumba, la tumba blanca...esta era tan hermosa, radiante, pero siempre estaba vacía. Con el tiempo deje de concurrirla pero hay meses en los cuales la visito.

Por el camino de tierra más árido caminé, con los grillos haciendo mi música de fondo. Llegué a la negra reja oxidada. Tardé en abrirla y al hacerlo hizo un chirrido que espantó a los pájaros que se hallaban en las ramas más bajas de algunos árboles. Me lastimé la mano derecha, que por alguna extraña razón, no sangró, pero vi en el pasto inexplicables manchas azules.

Recorrí la mayoría del cementerio. Deje flores rojas de tumba en tumba, hasta llegar a las dos tumbas predestinadas, donde dejé ramos de rosas negras. Y… ¡Lo vi, en ese instante lo vi, era él...otra vez! Bailaba, levitaba, cantaba, era tan hermoso, tan hermoso. Cuando me aproxime me hizo un ademán con la mano, invitándome a seguirlo y comenzó a moverse. Corrí y me hería con arpías que había en todo el cementerio pero no me dolía, yo siempre seguía. Se detuvo y comenzó a elevarse, como sí se fuera al cielo, como si me guiara a otro lugar. Aún así lo seguí, tomándome de su mano y comenzamos a danzar en el aire, entre lágrimas frías del firmamento.

Nuevamente, todo comenzó a apagarse lentamente hasta que se desvaneció totalmente. Caí rápidamente y me golpee la cabeza con una roca puntiaguda. No me dolió, yo sólo estaba triste por haber perdido nuevamente a mi caballero. Estaba allí...frente a la tumba blanca, que esta vez estaba escrita, alguien yacía en ella. Trataba de leer pero no podía. Tenía flores, rosas negras, mis favoritas. Entonces empezaron a acercarse personas y personas a llorar bajo la tempestad. Y finalmente...me desvanecí.

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