and I say

wake up and be ~

domingo, 23 de enero de 2011

Diario de una mente nº19

Falta mucho y queda bastante por recorrer. El camino se ve sinuoso e interminable. Ha de ser la infinita incertidumbre o la desolación que nos atraviesa.

Muchos ya han dicho que se desista, que no vale la pena. Es difícil explicarle a alguien fuera de uno mismo la feroz voluntad que arraiga una motivación que quizás es sólo importante para uno mismo, o sólo uno mismo puede comprender o entender.

Uno mismo, uno. Como si uno fuese igual a uno; como si uno representase sólo uno.

Uno, sólo uno, puede ser el universo entero o una sociedad. Uno, con o sin tiempo, puede doblegar el mundo.

Difícil, complicado, complejo, algunos dirán imposible. La mirada ajena, juzgadora, se siente la voz de uno, unilateral e inequívoca. El juez ha de tomar siempre un veredicto, pero no sin antes conocer la situación o contexto, conocer a quién está aplicando la condena, el castigo o la inocencia.

Un juez no siempre aplicará justicia. La justicia es tan abstracta. No puede albergar en su concepción algo tan amplio como la vida misma, o como uno. La justicia es tan ajena al juez, como el juez a uno. Pero es aquella costumbre, de tener siempre que encontrar un culpable, alguien a quién condenar al castigo perpetuo de acarrear la mochila de no sólo la culpa, sino de uno.

Cómo si fuese posible determinar tal cosa, como si la causalidad que nos rige fuese tangible y clara ante los ojos. Y uno, debe de pagar, por ser eslabón de una cadena que no puede controlar. Pero ese eslabón no es ni será el último, y de él continuarán otros, que seguramente habrán de pagar por lo que hubo de pagar uno.

Tampoco es como si esto sirviese de excusa, y uno simplemente pudiese hacerse el desentendido de la cadena de la cuál es parte. Ha de conocer el resto de la cadena, para poder saber cómo continuarla. Pero el difícil recordar lo que no se vivió, o tomar consciencia de lo vivido. Ser uno y ser el eslabón, es una responsabilidad. Responsabilidad que entre más eslabones no hayan asumido, más se acrecenta para uno.

Crece y crece la cadena, sin que uno pueda evitarlo. Y aunque uno pudiese decidir, dónde ha de terminar, cómo podría determinar que ha de parar ahí. ¿Con qué motivo u objetivo puede uno, un eslabón, decidir por todo aquello que lo antecede y todo aquello que podría proceder de su inexorable decisión?

Se vuelve paradójico y cíclico. Entonces aquél camino interminable cobra sentido, y nos damos cuenta que tiene una razón de ser y que es imposible darle un fin. Hemos de asumir y aceptar el compromiso y el destino, que nos ha tocado, sin siquiera haberlo elegido. O seguir aumentando la cadena sin sentido ni razón, condenando a los futuros eslabones.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A la única persona a la que podemos fallarle realmente es a uno mismo por supuesto. El resto solo puede creerlo sin comprender. No podemos exigirle a nadie que acepte una verdad que no puede comprender. Quizá solo sea porque esté fuera de su alcance, quizá se enorgullecería si pudiese llegar vagamente a entenderlo. Pero de eso se trata llegar más lejos, de eso se trata dejar atras lo común. En uno vive el orgullo máximo que a los demás les está vedado brindarnos. El andar es dificil en las alturas y la soledad, pero la alegría del viento más virgen no se hizo para pulmones frágiles. En nosotros vivirá la dicha de un mundo participe inconciente y alejado que vela por los espiritus libres, aunque no tenga suficiente aire como para que su grito sea escuchado.

PD: Siempre podremos compartir nuestra soledad, siempre entre iguales.

Bla dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Bla dijo...

No sabía que poner y puse cualquier cosa, nada, me gusta, realmente. Es la verdad, no es linda, pero es así.