and I say

wake up and be ~

jueves, 23 de diciembre de 2010

castaños ojos ~


Cada vez que estoy en el bondi, viajando, agotada y abrumada, se me viene la imagen de tus ojos castaños, tu triste y profunda mirada. En esos momentos, mi mente es una maraña de palabras, inventadas, sueltas, frases dichas, encontradas, oraciones sin sentido, letras mayúsculas y números al revés. Como relámpagos, se propagan imágenes del pasado, de la historia que quise borrar y no pude, de los recuerdos felices, los tristes y aquellos que ignoraba aún tenía; un haz de luz revolotea amorfo, dándome un mensaje escondido, enterrado, aparentemente olvidado que regresa una y otra vez. ¿Qué queres de mí? Es una pregunta tan absurda. Ponerme en tercera persona siempre me ayudo a poder hablarme a mí misma como a una enemiga, como a una figura desfigurada a la cuál le recrimino indiscriminadamente todo lo que me pasa, lo que siento, todo lo que duele. Y es que, al fin y al cabo, no puedo culpar a nadie más que a mí misma por lo que hoy me acontece. Hace frío y me duelen los dedos. Escucho Hello Good-bye de los Beatles y ese tema me gusta mucho, pero necesito otra cosa. Quiero Akira Yamaoka, algo bien oscuro y melancólico que vaya más con cómo me siento. No veo la hora de llegar a casa, poder recostarme en la cama y olvidarme del mundo entero por unas horas. Me gusta tanto dormir, y no sé si me gusta dormir porque me gusta dormir, porque es lindo o simplemente porque me ayuda a escapar. No soy la clase de persona que huya o escape, pero a veces necesito, necesito respirar muy hondo y que nadie me mire, que nadie me mire derrumbarme lentamente. Y me pudro, siento como me pudro por dentro y como me deshago. Todo eso que no me sirve, que duele. Me pudro y lo dejo ir, lo dejo resbalar por mí hasta un abismo infinito. Es un proceso intenso pero tan necesario, y cuánto lo necesito ahora. Las luces y las personas pasan por la ventanilla, y siento que danzan para mí. Siento tu sonrisa cerca de mío y no puedo evitar sonreír también. Tu dulzura me acaricia desde adentro, y un tibio regocijo me atrapa. El cielo se ve eterno y resplandeciente, aunque es de noche. Siempre me gustó más la noche, porque me gusta contar estrellas, porque me recuerda a vos, porque es cuando solemos tener largas y tendidas charlas con el señor cielo, e incluso a veces las estrellas acotan algo. Y cada vez que siento ganas de retirarme, de irme y no volver, de hundirme para siempre en mi eterno estanque y ahogarme en todo ese azul marino, de desprenderme y desaparecer en una corriente de aire; cada vez que siento ganas de rendirme, recuerdo tus ojos castaños, tu triste y profunda mirada. Y por alguna razón que no sé explicar muy bien, sonrío y me siento tan, pero tan fuerte, que podría tomar el sol con la mano sin quemarme. Tu luz me atraviesa y me recuerda que yo también puedo brillar.

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